José Armando Méndez esq. Rep. Dominicana, 10:15 PM
Pasan algunos transeúntes, la mayoría con cara de estar regresando a su casa con muecas de cansancio. Estudiantes que salen del nocturno presurosos, ni me miran, no se dan cuenta que estoy ahí, registrándolo todo. Pasan también algunos 'bicicleteros', no en todas partes se ven las clásicas "Hércules" con parrilla, campanita y algunos hasta luz con el 'equipito' generador conectado a la rueda trasera. ('equipito', porque será que los bolivianos hablamos siempre en diminutivo?)
Con mi chamarra de cuero negro, esperando, corre un poco de frío y se siente la ventisca suave de la noche Kochala. Las noches en la Llajta tienen un no sé qué especial. He salido a caminar por tantos otros lugares a buscar esa misma sensación y nunca he sentido lo mismo, será que el ADN de la Llajta impregnado en mi nariz, reconoce al instante el ambiente de la ciudad donde camine desde chico, que los reactivos básicos que llevo en los bronquios se accionan cuando distinguen, entre otras, las partículas en suspensión que dejan los micros en el aire de la ciudad?
Respiro profundo y lleno de humo mis pulmones. Miro hacia el final de la calle y un auto dobla por la esquina y estaciona, baja un señor de unos 50 años, medio canoso, sus cabellos están contados. Del auto, un “Volkswagen Variant” de dos puertas, un modelo de finales de los 70s, descienden dos personas más, abren la reja sin mirar a nadie e ingresan a la vivienda, apenas distingo a escuchar como un murmullo entre ellos, seguramente vienen de cenar de los pollos a la leña de la Heroínas y Oquendo.
Miro el reloj, las 10:26, no soy muy bueno para esperar, menos cuando no estoy seguro de que la otra persona vendrá. Me subo al auto luego de caminar un poco. El cielo está limpio, las estrellas parecen estar al alcance de la mano. En muchas otras ciudades también salí a divagar por ahí, para comparar si los astros se ven así de cercanos, pero nó, será por la forma elíptica de la tierra o por algún otro fenómeno de astrofísica que favorece al cielo de Cochabamba. Pregunta que va al “block de notas” para el maestro Aliss.
Me pongo un límite, 10:45, si no aparece me voy. Treinta minutos de espera es más de lo que razonablemente esperaría cualquier persona, pero yo no soy uno más y si se trata de esperar podría estar por horas si se que no va a ser en vano. Además la vida es en muchos casos una constante espera.
Sintonizo Clásica 100 FM, ojala el operador diera los nombres de las canciones, ponen una que recuerda a mis salidas a bailar al Mashmelo, en la Heroínas; si tuviera el nombre será más fácil encontrarla para 'bajarla' de internet.
Miro a la gente de nuevo, todos pasan presurosos y algunos me miran con indiferencia. Salen dos niños de una casa y corren a la tienda, que ya está por cerrar, compran algo y vuelven a su casa apurados y riendo. Seguro consiguieron unas monedas para darse el gusto con esos chicles bola, esos nuevos que anuncian en Sábado Fantástico, con las calcomanías de Pokemón.
Veo el reloj, 10:45, hora de irse, salgo del auto a comprar un sueltito para marcharme refunfuñando al calor de un L&M suave. Al pasar por las casas, se abre la puerta de calle de una de ellas y sale una señora con su bata y me observa con cara medio de susto como diciendo "...este no se trae nada bueno...". No vuelvo a mirar, escucho de la puerta que se cierra a mis espaldas y veo hacia el final de la calle nuevamente, parecen las 4 AM, nadie se mueve, solo se escuchan unos ladridos a lo lejos.
Compro un boliviano de puchitos. Nunca me compre cajetillas, solo sueltitos. Ese vicio nunca me agarro y el "puchito' es solo un gusto pasajero. Miro al viejito de la tienda; "fuego por favor", el señor baja el volumen de la radio en la que suena una canción de "Manolo Otero", se acerca y me alcanza un encendedor "BIC" casi nuevo, enciendo el cigarrillo y me dispongo a marcharme.
Las 10:48, ya no miro el final de la calle y empiezo a caminar hacia el auto. De pronto oigo unos tacos, caminando presurosos a mis espaldas, un ruido que me suena conocido y sin darme la vuelta sé de donde proviene y a quién pertenece. Pasan dos o tres personas por mi lado y ahora soy yo el indiferente. En mi cabeza solo está el ruido de ese caminar presuroso.
"Disculpa si? Es que mi hermano llego justo cuando iba de salida y tuve un pequeño cruce de palabras con el... Nos vamos? No te pude llamar porque me quede sin crédito... Además me demore porque quería estrenar lo que me regalaste..."
Se llama Sandra y ahora está en los Países Bajos... cuantas noches de encuentros y desencuentros, cuantos afectos idos y venidos... ahora solo quedan los recuerdos buenos como de esos incansables besos que nos dimos...
Nota del Autor: Los nombres y referencias geográficas NO son mera coincidencia...
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